Messi y Ronaldo: dos colosos que engrandecen al fútbol
Por Geraldine Carrasquero
Messi y Cristiano iluminaron el clásico con sendos dobletes. A cada gol
de uno, respondía rápidamente el otro en un duelo táctico sin parangón. La
diferencia de puntos entre ambos se mantiene. Eso sí, un nuevo invitado se sumó
a la fiesta de la Liga: El Atlético de Madrid que cogió al conjunto blaugrana
en el liderato.
Hoy en día, no existe un partido que despierte más emociones
que un Barca-Madrid. Los dos colosos del fútbol mundial volvieron a encandilar
las pupilas de los aficionados, al disputar un duelo vibrante, de ida y vuelta,
de guion inesperado, con tantos puntos de giro, según el antojo de dos ambiciosos
del balompié: CR7 y Messi. Argentino y portugués volvieron a retarse en la
lucha por ser el mejor en un escenario hostil, marcado por una rivalidad que
traspasa las fronteras del deporte.
Los cracks pusieron sobre sus espaldas el peso de ambos
conjuntos con dos anotaciones por bando. Empezó mejor el once de Mourinho,
sorprendiendo con la iniciativa de tocar la pelota desde atrás. Pese a que el
Madrid se le da mejor visitar el Camp Nou que ser anfitrión de los blaugranas
últimamente, nunca se le había visto circular el balón con tanta confianza en
busca de quebrar la resistencia de Valdés. Definitivamente, los últimos
resultados han propiciado un envión psicológico importante que ayudó a plantar
a los soldados de ‘Mou’ mejor sobre el campo.
Producto de ese dominio llegó la primera anotación blanca.
Con Özil y Di María en plan estelar, la transición defensa ataque del equipo
merengue fue menos relampagueante, pero no menos efectiva. Tener un segundo más
para pensar siempre provoca encontrar mejor los espacios.
Una apertura de Xabi Alonso a Özil sobre la banda derecha disparó
las alarmas al minuto 23. El alemán, fiel a la mitad de sus raíces, construyó
con las ruinas del muro de Berlín una pared monumental con el argentino Di
María. Marcelo adornó la jugada con un taco y el balón cayó sobre Kedhira,
quien sin pensar combinó con Benzemá sobre el borde del área. El galo, de
espaldas al arco, se percató de un huracán llamado Cristiano y le cedió el
balón para que este fulminara a Valdés con un zurdazo letal. Era el guion del
Barcelona interpretado por el Madrid.
En la jugada siguiente, el equipo merengue pudo sentenciar a
un Barcelona aún groggy que, dicho
sea de paso, tenía una defensa en cuadro tras la baja de Alves. Pero Benzemá,
que no tuvo su mejor noche, estrelló el balón en el larguero y de sentenciar la
jornada se pasó a la paridad máxima.
Los dirigidos por Vilanova cogieron un segundo aire,
empujados por una afición envalentonada y un Messi, como de costumbre, gigante
ante la adversidad. El argentino, el tipo más listo de la clase, capitalizó un
desliz de la defensa blanca -de Pepe en particular-, al cazar un balón suelto
en el corazón del área. Corría el minuto 31.
El partido ganó en emoción y los culés cogieron el timón en
el último cuarto de hora. Tirando de casta y de orgullo herido, los de Tito
pusieron a los blancos contra las cuerdas. Los cánticos de la gent blaugrana fueron el soundtrack perfecto para
el rondo azulgrana que se comenzaba a gestar a ritmo de sinfonía. El Madrid,
como fiera enjaulada, esperaba agazapado para castigar a la contra. A esa
altura del cotejo, la polémica, en forma de patadas, actuaciones clamorosas y
protestas al árbitro, comenzaba a empañar el partido.
En el complemento, el Madrid salió con la consigna de
aprovechar la supuesta debilidad de la zaga culé. Pero lo cierto es que, aunque
Montoya se vio exigido por Cristiano y Özil, Adriano completó un partido
brillante sin ningún error reseñable. Al brasileño se le sumó Mascherano, siempre
correcto para terminar de apuntalar la zaga de los de casa.
El choque se hizo de ida y vuelta y con las ataduras
tácticas olvidadas en el vestuario, ambas escuadras se lanzaron con ritmo
frenético en busca del gol. Xavi e Iniesta no gravitaron lo suficiente para el
Barcelona y el equipo lo notó al no poder monopolizar el esférico. Aun así
apareció Messi, al 61’, en todo su esplendor.
En una corrida de las suyas, el argentino pescó una falta a
30 metros del arco que luego transformaría en gol con una ejecución para
enmarcar. Casillas, tan celestial la mayoría de las ocasiones, ante el crack
rosarino muestra su cara más terrenal. Messi, quien ya ha gritado 17 veces en
clásicos, está a un solo gol de Di Stefano en la cima de goleadores de estos
duelos.
Sin embargo, la figura del otro titán del choque, tan solo
cinco minutos más tarde, entro en escena, cuando parecía que el duelo se
decantaría nuevamente del lado azulgrana. Cristiano no falló en su cita con el
gol, tras golpear de primera y con el interior una asistencia exquisita de Özil.
El alemán, que enterró viejos fantasmas, se creció de nuevo en el Camp Nou, un
estadio que le sienta de maravillas por los espacios que encuentra. El luso se
convirtió así en hombre récord al ser el único jugador que ha marcado en seis
clásicos consecutivos.
Dos monstruos del fútbol al comando de sus equipos por el
miedo a la derrota, por amor al juego, con la ambición como combustible y con la
pasión por el desafío corriendo por sus torrentes sanguíneos. Para ser
precisos, Messi con su tiro libre dio fe de vida de quien se supera a si mismo
cada día, aún desde la tranquilidad de saberse en la cúspide. Cristiano, en
tanto, con sus goles con ambas piernas, vuelve a demostrar que es un delantero
perfecto, casi prefabricado, con un handicap desterrado: el de la ansiedad por
ser el mejor, en detrimento de sumarle al equipo.
Partida igualada, expectación máxima hasta el final. El
Barcelona pudo quedarse la victoria con Messi en plan terremoto y Pedro en su
papel de realizador postrero, de matador clásico. Al final, el silbatazo del
juez central envió a los dos equipos a la caseta con la sensación de haber
merecido el triunfo, pero conscientes de que en frente tenían un gran rival, el
mejor que les puede tocar.
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